Cosas de la vida by Anette Jhonson

Cosas de la vida by Anette Jhonson

autor:Anette Jhonson
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2016-08-06T22:00:00+00:00


Capítulo 18

Hacía un mes que trabajaba en "B.B.P." y jamás en su vida se había sentido tan bien, tan relajada y tan satisfecha de su trabajo.

Esos eran los pensamientos que la ocupaban esa mañana, mientras se dirigía al trabajo.

Estaba consiguiendo una vida plena y equilibrada. Trabajaba, tenía tiempo libre, había aclarado las cosas con Brat y se había apuntado a un curso de cocina.

La próxima vez que visitara a su abuela le enseñaría todo lo que había aprendido.

Todo iba de maravilla, incluso ese mes, parecía que hasta la... se detuvo en seco en mitad de la acera.

Varios transeúntes, la increparon al tropezar con ella.

Pero no los oyó, se sentía mareada y la presión del pecho cada vez era mayor, dificultándole la respiración.

No podía ser, se repetía una y otra vez, no podía ser. Tuvo que llevarse la mano a la boca para contener las arcadas.

¿Cómo no se había dado cuenta antes? estaba tan entusiasmada con el trabajo y con todos los cambios que estaba haciendo en su vida que no se había ni enterado de que las semanas pasaban.

Miró a su alrededor, desorientada, como si de repente no supiera donde se encontraba.

Trató de aclarar las ideas y comenzó a caminar de nuevo, no podía permanecer parada en mitad de la acera.

Cuando por fin consiguió llegar a la oficina, la recepcionista se acercó a ella con la preocupación reflejada en el rostro.

-¡Diana! ¿Qué te ha pasado? Ven siéntate -la acercó a una de las butacas de la zona de espera.

Diana agradecida se dejó llevar- Te traeré un vaso de agua, estás pálida.

Susan, que así se llamaba la chica, volvió al cabo de unos segundos con el agua.

Diana tomó el vaso y bebió un sorbo, esperó unos minutos y agradeciéndole la ayuda a la joven, aseguró encontrarse mejor.

-Pues no lo parece, deberías irte a casa o visitar a un médico.

-Estoy bien, de verdad, enseguida se me pasará.

Dejó tras de sí a la escéptica recepcionista y entró en su despacho.

Se dejó caer sobre el sillón y enterró la cara entre las manos.

-No, por favor, no -suplicó desesperada al borde del llanto.

Trató de calmarse, de echar cuentas y de hacer cálculos, pero todo aquello no eran más que excusas para no tener que enfrentarse a la realidad.

Quizás los cambios a los que había estado sometida su vida... ¿a quién quería engañar? en ese tema siempre había sido puntual como un reloj suizo.

No había ninguna explicación posible para el retraso, no podía seguir engañándose a sí misma, estaba embarazada.

Pronunciar aquellas palabras, aunque fuera mentalmente, le provocó otro ataque de nauseas.

Respiró hondo, tratando de recuperar el ritmo normal de su respiración y de controlar la revoltura que sentía.

Se recostó contra el respaldo del sillón y cerró los ojos. Tenía que pensar.

Tras varios minutos tomó la decisión de tomarse el día libre, era evidente que no se encontraba en condiciones de trabajar.

Lo primero que haría, en cuanto saliera de allí, sería ir a una farmacia.

Después se iría a casa y meditaría sobre la mejor manera de afrontar aquello y la decisión que tomaría.



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